lunes, 25 de octubre de 2010

Tesoros cubanos en Miami


Por SARAH MORENO
smoreno@elnuevoherald.com

Unas pocas plantas que cuelgan de los balcones y el modesto letrero de "Museo Histórico Cubano'' no anticipan el tesoro de documentos y objetos históricos o de valor sentimental que guarda el edificio de Coral Way y la avenida 31.

A la entrada, un busto de Martí, esculpido por Juan José Sicre, que alguna vez presidió el patio de una escuela cubana y que hoy está valorado en más de $60,000, comparte protagonismo con una mesa de ruleta que ocupó un espacio en el famoso cabaret Tropicana de La Habana.

En este salón, mezcla de bazar y anticuario, se agrupan una colección de medallas de 1870 que el gobierno colonial español entregaba a sus militares por su valor en combate contra los mambises, humidores que los políticos republicanos daban como regalo a sus partidiarios, y un lujoso mantel usado en cenas oficiales en el Capitolio habanero. Esto es sólo el comienzo del recorrido por los estrechos pasillos que conducen a un viaje por la historia cubana.

En otro escaparate se hallan las charreteras en oro de 18 quilates que el general Máximo Gómez debía llevar a la ceremonia de inauguración de la República de Cuba, el 20 de mayo de 1902, y que, a última hora, decidió no ponerse porque significaban mucha ostentación.

"Aquí tengo para llenar 10 museos, ¡más los cinco warehouses que guardan otros objetos!'', exclamó Julián Valdés, que hace 19 años abrió la tienda con los objetos históricos cubanos que fue adquiriendo en subastas en todo el mundo, y que hoy le llegan desde sitios tan distantes como Nueva Zelanda.

"Las charreteras de Máximo Gómez las compré en una subasta en Nueva York en 1967. Pertenecieron a un militar de la marina norteamericana'', explicó Valdés, quien inició su primera colección al descubrir una caja de zapatos llena de postales cubanas que le compró a un cubano de Tampa en el pulguero que funcionaba en la calle 40, frente al Tropical Park.

"Las tarjetas de Cuba fueron creadas por un mexicano que llegó a la isla a finales de los 1800 y empezó con un negocio de souvenirs'', contó Valdés, de 77 años y quien reveló que ahora tiene 35,000 postales.

"Las más difíciles de conseguir son las de los negocios de los pueblos chiquitos'', precisó, explicando que, al dorso de los paisajes, los establecimientos ponían su anuncio.

Su colección preferida, sin embargo, es la de medallas de la Policía Nacional del gobierno de Fulgencio Batista. Nativo de Marianao, Valdés alcanzó el grado de teniente en ese cuerpo y, precisamente por motivos sentimentales, atesora lo que le recuerda esa etapa de su vida en Cuba, que abandonó en enero de 1959.

Señalando un objeto que parece un buzón, pero que en realidad es una cabina telefónica que en los años 50 servía a los policías para pedir ayuda en caso de emergencia, Valdés dijo: "Lo compré hace una semana, ¡y pagué por él lo que vale un automóvil!''.

El Museo Histórico Cubano, que Valdés registró además con el estado de la Florida bajo los nombres de Museo Cubano y Little Cuban Museum, es un negocio familiar en el que lo acompañan su esposa Rebeca del Campo y su hijo Julián Valdés.

"Aquí encuentras 400 años de la historia de un país. Todo el que esté interesado en aprender y hablar de la historia de Cuba, puede entrar aquí'', comentó Julián hijo, de 44 años, contando que ese patrimonio privado, adquirido con los frutos de los negocios de su padre en bienes raíces, construcción y venta de lotes de autos, está a disposición del público.

"El ha tenido la bondad de abrirlo a los cubanos, especialmente a esas personas que añoran ir a Cuba y no lo hacen por razones políticas, económicas o de principios'', acotó la esposa de Valdés, que heredó la afición a coleccionar de su padre, Ricardo del Campo, quien tuvo una tienda de filatelia en La Habana Vieja.

"Llegué aquí a los cuatro años, y conozco Cuba por los documentos, objetos y, especialmente, por los sellos'', apuntó del Campo, ofreciendo una explicación para el constante flujo de visitantes, entre los que se cuentan actores de Hollywood como Matt Dillon --quien viene buscando discos de los años 30 y 40-- y productores del filme The Lost City, de Andy García, a la caza de utilería para recrear La Habana de los 50.

Según del Campo, quienes coleccionan "muestran respeto al pasado y prueban su deseo de continuidad en el futuro''. Los frascos que contienen arena de las playas de Varadero, Guanabo o Bibijagua, y tierra del Central Toledo prueban que en esa búsqueda los intereses son muy variados.

Si bien el Museo Histórico Cubano es una zambullida en la nostalgia, un vistazo más profundo permite una evaluación de la sociedad cubana antes de 1959. En varios anaqueles, se conservan anuarios de colegios como La Salle, Belén o Baldor, una hermosa colección de polimitas, cajas de fósforos y botellas con el sello de las marcas populares en los primeros 50 años de historia republicana.

Una escoba usada como broche publicitario en la campaña del líder del Partido Ortodoxo, Eduardo Chibás, y platos con su lema de "Vergüenza contra dinero'', se pueden apreciar al detalle muy cerca de platos con la imagen del presidente Carlos Prío y de su esposa Mary Tarrero, lanzados en conmemoración del Día de las Madres de 1950. También se pueden ver fotos de un joven y delgado Rafael Díaz Balart y otras del líder del Movimiento 26 de Julio, Frank País.

"Lo admiro [a País] porque era muy valiente. Cuando decía que a las tres de la tarde le iba a disparar a un carro de policía, lo hacía'', contó Valdés, quien logró hacerse con la Medalla de Héroe de la República de Cuba otorgada al general del ejército castrista Arnaldo Ochoa, más tarde fusilado por traición a la revolución.

"Era un militar completo, que fue derecho al pelotón de fusilamiento'', apuntó Valdés.

En el segundo piso, la familia muestra los cuadros de maestros cubanos como Mijares, a quien Valdés fue a recibir al aeropuerto a su llegada de la isla, o paisajes de Gil García, de quien destaca un magnífico retrato de un campesino cubano fechado en 1946.

Para Julián hijo, encargado de salvaguardar este legado, lo más importante es la historia que cuentan los objetos y la pasión de quienes los coleccionan. Dos barras de plata provenientes del tesoro del galeón Atocha, rescatado por Mel Fisher en 1985, lo entusiasman sobre todo porque conoció a Fisher en uno de los viajes que hacía con su padre desde los cinco años.

Mostrando una botella cubierta por coral marino, hallada junto al Atocha, Julián hijo exclamó: "Te imaginas que alguien pasó en un barco, tiró la botella y dejó escapar un billón de dólares''.

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