jueves, 23 de septiembre de 2010

Brindis de Salas. El Paganini negro




Desde Berlin

Foto de Brindis de Salas El bellísimo retrato de Brindis de Salas que encabeza este trabajo apareció en la revista La Ilustración Española y Americana (Año XXIII, Núm. XVII) el 8 de mayo de 1879 (p. 299). A manera de curiosidad bibliográfica - y antes de dejarlos con la biografía del artista, reproducimos el breve texto que acompaña al mencionado retrato:

EL SR. BRINDIS DE SALAS, NOTABLE VIOLINISTA CUBANO

En los conciertos dados últimamente en el teatro y circo del Príncipe Alfonso, bajo la dirección del Sr. Rivière, el inteligente público de Madrid ha confirmado con sus aplausos la reputación de que venía precedido el jóven y ya célebre violinista Sr. Brindis de Salas, cuyo retrato damos en la pág. 312 del presente número, con tanto más gusto, cuanto que el jóven profesor ha recibido las primeras impresiones del divino arte de la música bajo el hermoso cielo, caro á los corazones españoles, que inspiró á Plácido sus dulcísimas endechas.

El Sr. Brindis de Salas, que obtuvo un primer premio en el Conservatorio de París, debe estar satisfecho de la ovación que le ha proporcionado el delicado modo con que ha interpretado ante el público madrileño el dificilísimo Concierto para violín, de Mendelssohn, la Cavatina de Raff, y otras piezas cuya ejecución requiere no comunes facultades.

Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido nació el 4 de agosto de 1852 en la calle Águila Nº 822 en La Habana, justamente cuando habían pasado más de cien años de la llegada a nuestro país del violín.

Una de las primeras influencias musicales que recibe Brindis de Salas proviene del mismo seno familiar que, aunque perteneciente a la raza negra, gozó a plenitud de ciertos privilegios que le permitieron un enorme acercamiento a los medios culturales de la época, casi "cercados" a los negros, esto obedecía a que a través de varias generaciones los integrantes del núcleo familiar, tanto por la línea materna como la paterna, habían tenido una estrecha vinculación con los cuerpos militares españoles.

Claudio Brindis (el padre), violinista talentoso, no tuvo la suerte de nacer como su hijo en un medio donde pudiera desarrollar sus excelentes cualidades. Tuvo que resignarse a ocupar el lugar que establecía la sociedad de aquella época para un músico "negro": director de una orquesta de baile.

Brindis de Salas comienza desde muy temprana edad sus estudios de violín bajo la batuta de su padre, quien con mucho esmero, de padre y maestro, cultiva las excepcionales dotes del crío. El Liceo de La Habana es escenario del primer acontecimiento artístico de relevante importancia en la vida de Brindis, el viernes 18 de diciembre de 1863, hace ya ciento treinta y cinco años, cuando contaba el niño once primaveras; en este concierto toma parte, entre otros, el eminente pianista cubano Ignacio Cervantes. El pequeño interpretó: Aire variado, de Ch Berior; Fantasía sobre motivos de El Tirador, de J.D. Alard, y Variaciones, sobre un tema del maestro Rodolfo, esta última compuesta por el propio intérprete, primer trabajo autoral creado a la edad de ocho años; la danza "La Simpatizadora".

La presentación de Brindis de Salas fue el primer eslabón de toda una larga y continua cadena de éxitos, cosechados durante su fructífera vida de intérprete, constituyendo una muestra fehaciente de la confianza que en su talento tuvieron músicos de la estirpe del laureado pianista Ignacio Cervantes, con quien compartiera aquel día del año 1863 el programa.

Bajo la celosa dirección de su padre se afianza la sólida formación del maestro Brindis de Salas. Recibe el caudal de conocimientos del destacado maestro José Redondo y más tarde el apoyo del experimentado Van der Gutch, quien le proporcionaría la guía efectiva y segura que lo situaría en 1869 en Las puertas del Conservatorio de París, que gozaba de la más alta y merecida reputación a nivel internacional por su larga y sólida tradición en la formación de los más virtuosos de la época.

A su llega a la capital francesa, en la segunda mitad del siglo XIX, enfrenta la consolidación de una escuela que, partiendo de Pierre Gaviniés y Viotti, se materializó y desarrolló en las figuras de Rudolph Kreutzer, Pierre Baillot, durante la primera mitad del siglo; es la época en que coexisten un número importante de intérpretes de las más variadas tendencias y latitudes.

Ya en París, Brindis forma parte de la clase del eminente violinista Camilo Ernesto Sivori, alumno de Nicolo Paganini y sólido representante del arte virtuosístico romántico de la primera mitad del siglo, con quien perfecciona los vastos recursos interpretativos que caracterizaban su ejecución. Salas había llegado a la Ciudad Luz con toda una técnica desarrollada y con un ímpetu que caracterizaban la ejecución de cada pieza musical. Poco a poco perfiló un estilo propio al que añadió elegancia y una amplísima gama de recursos, todo esto gracias a la guía de los grandes maestros franceses, lo que le permitió alcanzar en un plazo breve una alta distinción entre los músicos.

En 1870 Brindis de Salas ganó el primer premio de violín en el Conservatorio de París y luego de terminar sus estudios con el maestro David inicia una brillante y vertiginosa carrera de concertista. Lo avala el período de los años 1871-1911, durante el cual recorre los principales centros culturales del mundo despertando invariablemente el mayor entusiasmo del público y de la crítica en general.

El diario "Le Temps" decía que nadie como Brindis de Salas, sabía apoderarse de su auditorio y dominarlo tan completamente. Por otra parte en Florencia el "Courriere Italiano" decía: "... el joven negro maravilló y llenó de entusiasmo al auditorio: es violinista de actividad admirable, tiene un portamento de arco ligerísimo y al mismo tiempo una energía que lleva impreso el ímpetu, característico de su raza: siente, y siente con una pasión que le chispea en las pupilas, que son de una expresión electrizante". Los rasgos característicos de Brindis de Salas en Europa se hicieron patentes desde sus primeras presentaciones. No fueron pocos los críticos que hicieron alusión a su extraordinario dominio del auditorio, al constante entusiasmo que siempre provocó su interpretación, a su buen gusto, pureza de virtuosismo y entonación. Siempre contó en cada presentación con la aceptación de su público y de la crítica en general.

Después de siete años de continuas presentaciones en Europa, Brindis regresa a América en 1875, esta vez con el título honorífico de Director del Conservatorio de Haití, recorre la América Central y Venezuela.Caracas le abre sus puertas en 1876, de su extensa actividad artística en esta ciudad de Suramérica dijo el compositor y musicólogo Rházes Hernández López.

"...si Brindis de Salas fue una figura en los históricos Conciertos de Pasdeloup (1819-1887) -fundados precisamente por Julio Pasdeloup, gran director de orquesta- donde el genial cubano hacía de solista, y si, al lado de la Patti (Adelina) se presenta como alta figura artística; si Mazzucato le dirige en Milán, en el regio teatro de Turín y en la Fenice de Génova; si en Berlín el más agresivo crítico le llama "el rey de las octavas"; si el crítico parisiense Oscar Commentant, celebrada figura de la prensa, se extasía ante el notable virtuoso y escribe que "el violín fue creado para él", si Leonard, gran maestro del arco, Charles Dancla y David lo aclaman, a pesar de tratarse de un músico negro de estas latitudes y se admiran de este gran concertista, fue porque en realidad lo fue".

En 1877 Brindis regresa a la Habana tras una ausencia de 8 años, se presenta en Los teatros capitalinos Tacón y Payret, donde dio el 24 de noviembre de ese año un exitoso concierto. Seis días más tarde tocó en el prestigioso salón de los altos del restaurante El Louvre acompañado por su antiguao maestro, José Vander Gucht. Posteriormente realiza una gira nacional que le asegura su gran triunfo en Cuba. En los programas Brindis incluía obras del maestro José White, especialmente aquellas que tenían un contenido más nacional o latinoamericano, como son los casos de "boleros", La bella cubana y la difícil "Zamacueca", esta última compuesta por White durante su estancia en Chile, basado en motivos populares de este país. Además incorporó a su repertorio obras como Danza Colombiana, de Morales Pino. Esta visita a La Habana fue para el joven Brindis de Salas más que un éxito musical un éxito social y personal, porque se vio admirado y respetado por lo más ilustre de aquella sociedad estamental todavía esclavista. Cuando el conductor de un tren pretendió echarle de un vagón de primera clase (vedado a los afrocubanos por las leyes segregacionista abolidas dos años más tarde) los otros pasajeros se opusieron a ello argumentando que se trataba nada menos que del gran artista Brindis de Salas.

El día 4 de marzo de 1878 decide Brindis de Salas embarcar para tierras aztecas con el objetivo de ofrecer, el 21 del propio mes, un concierto en Veracruz. La capital azteca lo recibe con ardor, lo hace objeto de grandes demostraciones de admiración; el Casino Español lo festeja con un acto brillantísimo. Cada presentación constituye un acontecimiento sin precedentes.

Su carrera de conciertos lo llevó a México y a Buenos Aires, donde tuvo uno de los mayores éxitos de su vida. En 1889 volvió a Europa, en la cual invariablemente obtenía gran éxito popular, aunque la crítica musical no le era siempre favorable y repetidamente se quejaba de su énfasis en pasajes de difícil ejecución y de su repertorio efectista. Pero hasta los más críticos de los críticos reconocían su dominio del público, que lo ovacionaba con pasión. En The Musical Times (Londres) del 10 de abril de 1885 leemos en la reseña de un concierto suyo en Darmstadt (Alemania) que "Brindis de Salas es un violinista con grandes recursos técnicos, pero un virtuoso más que un artista", y que el programa había sido en su mayor parte efectista (claptrap). La crítica de su repertorio es confirmada por reseñas favorables que describen lo que tocaba, como la de un concierto del 10 de noviembre de 1895 en Santo Domingo, publicada por el Listín Diario de esa ciudad (citado en el artículo "Brindis de Salas en Santo Domingo", de Enrique Marchena). No comprendían esos críticos de música del último cuarto del siglo xix que Brindis de Salas había aprendido de Sivori no solamente la técnica, sino también la gesticulación romántica que había hecho popular a Nicolás Paganini a principios de ese siglo.

Brindis de Salas recibió condecoraciones de varios monarcas europeos (la Cruz de Carlos III del rey de España, la Orden del Cristo del rey de Portugal y la Cruz del Águila Negra del Emperador de Alemania) y fue nombrado Caballero de la Legión de Honor por la República de Francia. Relacionada con esta última hay una anécdota triste de su visita a La Habana en 1886. Cuenta Nicolás Guillén que a la salida de uno de sus memorables conciertos Brindis de Salas entró con varios amigos blancos en uno de los cafés más exclusivos y al pedir cada quien lo que tomaría, cuando lo hizo él, el dependiente, que no le conocía, le respondio: "Yo no sirvo sino a los caballeros, no a los negros". Brindis se irguió y ya en pie se llevó la mano a la solapa del frac y señalando un botón rojo que llevaba en ella exclamó: "¡Pues yo soy Caballero de la Legión de Honor y no hay aquí tal vez ninguno que pueda decir lo mismo!". Y a pesar de que el dependiente, advertido de quien era, trató de excusarse, abandonó aquel café. Poco después era publicada una circular del gobernador de Cuba indicando que todos los ciudadanos españoles (lo cual eran los afrocubanos), irrespectivamente del color de su piel, tenían derecho a ser atendidos en locales públicos.

Donde más éxito tuvo fue en Alemania y sobre esto escribe Guido Bimberg en su artículo "Ein kubanischer Paganini am Hofe Kaiser Wilhelm II" (en Studien zur Berliner Musikgeschichte: Vom 18. Jahrhundert bis zur Gegewart, editado por Traude Ebert-Obermeier. Berlín, 1989, pp. 155-164). El emperador Guillermo II no solamente lo condecoró, sino que además le hizo barón del imperio alemán y le nombró violinista de su corte. Cuando Brindis de Salas se casó con una dama de la hidalguía alemana, este emperador honró la ceremonia con su presencia. Parecía que iba a seguir los pasos de Lico Jiménez, al casarse y tener tres hijos en Alemania, pero no fue así. Brindis de Salas quiso continuar su carrera de concertista trotamundos y su mujer le pidió el divorcio. En 1900 dio una gira de conciertos en Cuba que resultó un fracaso.

Entre los años 1903-1905 el rey de las octavas busca refugio en las cálidas tierras americanas. Un poco más pobre, cada vez más modesto en apariencia y más carcomida el alma de ansias de libertad artística, toma parte en Pinar del Río en una velada familiar, acompañado al piano por Pedro Rubio, quien estuvo con él en una gira por Europa. Tan inolvidable acontecimiento quedó guardado en los días del año 1903. Poco después salió para Buenos Aires, donde había tenido grandes éxitos.

Brindis quiso intentar nuevamente la fórmula que antes le dio tan buenos resultados. Llegó a Buenos Aires, sin anunciarse por segunda y última vez, a bordo del vapor Patricio de Satrústegui el 25 de mayo de 1911. Venía de España donde había dado su último concierto en el teatro Espinal, en Ronda. El genial Claudio José Domingo Brindis de Salas y Garrido, apodado por los italianos El Paganini Negro llegó a la ciudad sudamericana después de veinte años de ausencia, venía solo, deshecho y tísico. Se hospedó en una pobre posada de la calle Sarmiento en el número 357 y a nadie dijo su nombre; estuvo allí por dos días y, errante hasta el fin, se mudó después a otra tan pobre como la primera; era la posada Aire dei vini, en el Paseo de Julio 294. De ella salió en coma el 31 de mayo rumbo a la Asistencia Pública. Para atenderle, tuvieron que quitarle los harapos que vestía, y debajo, como última prenda de orgullo, encontraron un corsé mugriento. En los bolsillos había un pasaporte aleman y un programa de concierto (recortes de periódicos reseñando sus éxitos del pasado en Buenos Aires). El pasaporte decía: Caballero de Brindis, Barón de Salas. El potador murió en la madrugada del 2 de junio de 1911. Sus restos fueron depositados en una fosa de pobres en el Cementerio del Oeste gracias a la generosidad de algunas personas que se sintieron en el deber de honrar los lauros de tan magnífico artista. Pero su alma peregrina no se iba a detener aun. Su nombre volvería a la palestra seis años después. La Dirección de la necrópolis que había acogido sus restos anunció que, ajustándose a las normas, se vería en la necesidad de arrojar los despojos del Paganini Negro al osario común. La prensa y las fuerzas vivas de Buenos Aires reaccionaron de inmediato. El día 11 de junio de 1917, el diario bonaerense La Razón, bajo el título de: Brindis de Salas al osario común, publicó: “Es muy triste cosa que la posteridad no sepa dónde descansan los restos mortales de uno de los más excelsos artistas, de los más privilegiados temperamentos musicales y es triste cosa que lo hayamos abandonado así”. Estos pronunciamientos de la opinión pública argentina originaron todo un movimiento que consiguió que los restos descansaran en el mismo sitio hasta que el gobierno de la República de Cuba se hiciera cargo de ellos. El 2 de junio de 1918, en el aniversario de su muerte, distinguidas personalidades de la vida política y cultural bonaerense, así como la colonia cubana residente en la ciudad, homenajearon al artista y sus despojos fueron cubiertos de flores. Su vida y obra fueron vueltas a elogiar. Doce años después en La Habana, el 26 de mayo de 1930, era bajada del vapor Sub-cubano la urna conteniendo las cenizas del gran violinista. Luis Perlotti, el famoso escultor, modeló la pieza que luego fue fundida en bronce en el Arsenal de la Guerra de Buenos Aires. El mismo día 26 la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba se reunió en sesión solemne para honrar a Brindis de Salas y a la mañana siguiente fue depositada la urna cineraria en le Panteón de la Sociedad de Músicos Cubanos. Sin embargo, no sería aquella su última escala en el viaje sin fin del gran violinista. Años después, fue trasladada a la antigua Iglesia de Paula, en La Habana Vieja, donde por mucho tiempo permaneció empotrada, tras un cristal, en una de sus voluminosas paredes. La dicha iglesia es ahora una sala de conciertos y allí, definitivamente, reposa el legendario artista.

Diario Cartas y Caretas de Buenos Aires, Argentina 1911, escribe a la muerte de Brindis:

(La historia de este lírico bohemio parece un cuento, sin embargo es cierto. El 2 de junio murió en nuestra ciudad. Había llegado de Europa en el vapor Satrústegui ¿a qué vino?, se ignora. Después de haber sido millonario, después de haber vivido la vida de un monarca, después de haber hecho temblar el corazón de las mujeres, después de haber paseado por el mundo su alma que era un violín, después de tanto amor, de tanto fuego, de tanto sol, de tanta melodía, de tanta gloria y laurel, cayó al fin destrozado. Viejo, pobre, sucio, negro, tísico y solo... ¡solo! ¡Solito! Ni siquiera tuvo en el momento de morir el consuelo de abrazar el violín que lo hizo célebre.

Fue una vida larga, llena de grandeza siempre, grandeza aún en las derrotas, una vida de artista íntegro.

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