jueves, 30 de septiembre de 2010

Un tributo a Abelardo Barroso

El “Caruso del Danzonete”

Josefina Ortega
Para muchos, su entrada en el “Septeto Habanero” marcó la verdadera vida artística de Abelardo Barroso.

Para otros, el don con que natura lo había premiado ya era de buenos quilates y solo faltaría el golpe de suerte al taxista para saltar a la fama.

Y tal como ocurre en novelones de TV o películas B, sucedió en su vida. Según él mismo contara risueño, pasó de chofer de alquiler a cantante de orquesta en menos de un mes, el 17 de junio de 1925, después de que por azar de su empleo llevara en su carro a varios músicos del famoso septeto y aquellos se deslumbraran cuando lo oyeron cantar.


Al septeto Habanero le debió Barroso su despegue y ascenso vertiginoso: presentaciones, discos, giras, fama…y el tránsito por varias agrupaciones que igual harían lugar en la historia de la música popular cubana.

Así, en el sexteto Boloña sentó cátedra, o en el Sexteto Nacional —que en aquel entonces aún no era el legendario septeto que fuera después— emprendió gira por España que lo llevó hasta la Feria- Expo de Sevilla con una actuación memorable.

Tanto parece haber sido que Barroso integró por un tiempo la compañía de variedades Salmerón con la que recorrió media España y le permitió conocer al mismísimo monarca Alfonso XII.

Al margen de criterios y consideraciones de expertos al uso, Barroso fue un cantante que podía interpretar la mayoría de los géneros populares cubanos.

Es cierto que quizás fuera el “danzonete” una de sus mejores formas de expresión musical; es cierto que de todas las innovaciones que le atribuyen, su manera de hacer el son fue la más perdurable.
¿El tema más famoso?

Hay muchos. Tal vez sea aquella composición de ese grandísimo sonero que fue Bienvenido Julián Gutiérrez titulada “El huerfanito” estrenada por los días en que falleciera don Guillermo Barroso, padre de Abelardo. En el montuno —especie de estribillo típico de muchos géneros musicales cubanos— podía escucharse:

Yo no tengo padre,
Yo no tengo madre,
yo no tengo a nadie, que me quiera a mí…

Una larga lista compone la relación curricular de Abelardo Barroso. Además de las agrupaciones mencionadas puede agregarse la orquesta de Ernesto Núñez, los Sextetos Alabama y Universo; la agrupación López-Barroso y varias más hasta llegar a la Sensación, una de las últimas que integró.

¿Debió retirarse antes, en momentos en que ya tenía la voz rajada?

Tal vez, pero para este habanero nacido el 21 de septiembre de 1905 en el barrio de Cayo Hueso, y que por necesidades económicas fue “de todo un poco” —patinador, pelotero y boxeador, entre otras cosas— la vida fue batallar hasta el final.

En una estrofa de un son que él mismo popularizara, estaba, quizás, la síntesis de su propia forma de enfrentar la vida:

De 1920, negra
vengo cruzando la línea
luchando con ”lo sonero”
¡y ninguno me ha hecho ná!

Abelardo Barroso moría en enero de 1968, en la noche del día primero y horas después de haber cantado con la Orquesta Sensación su última tonada sonera, pasada la “última línea” de la vida.



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