El Fin de Siglo que no conocieron
Lic. Amelia M. Doval.
Cuentan los que saben y acumulan las historias, que Cuba fue en sus mejores tiempos el reinado de la moda y la exclusividad. La Habana se distinguía por los productos y las bellas mujeres que trabajaban en sus tiendas. El Encanto, Fin de Siglo, competían en calidad y diseño.
Los nacidos después del 59, no conocieron de esto más que lo contado por quienes disfrutaron de tanta opulencia. Para esta generación flotante que se ha transformado en adulto, cercano al mundo de las canas y las arrugas, la realidad fue otra. Vistieron con ropas generacionales pues pasaban de un familiar a otro, zapatos fuera de moda aunque siempre limpios. Perfumes y desodorantes eran una joya arqueológica y el champú “Fiesta” su única opción.
Noches de Habana, sin el glamour de años anteriores, clubes nada exclusivos. Pocas playas, escasas piscinas y abundante malecón. Un par de zapatos de “Primor” para “los quince de la niña” , una fiesta con reducidas ofertas y mucha demanda. Música hasta pasada la media noche resumiendo la alegría de estar vivos. Cajas de talco a modo de rolos para amoldar el pelo. "Chancletas metedeo”, batecasas, palabras que parecían salidas de un idioma que busca el facilismo mental por lo descriptivas.
Desconocimiento casi general de las glorias pasadas. Muchos apagones morales y sociales que formaban parte del diario. Carencias de energía eléctrica haciendo de las noches una obligada velada medieval donde las narices, igual que chimeneas, se cubrían de hollín interior.
Helados de Coppelia bajo el sofocante calor. Reservación del Conejito, un restaurante de moda y soñar con la Torre porque era exclusivo. Juguetes si llegabas con número escogido. Tres meses de vacaciones para andanzas infantiles. Matutinos, doble sesión. "Pantalla" y un programa de películas del recuerdo, suficiente llanto para la tarde. Programas humorísticos que servían de tribuna a quienes querían criticar con risa para no provocar malos humores.
En esos momentos era conocida la ropa soviética en pleno verano, circo soviético, exposición rusa, maestrías y postgrados de cultura hispana en la Unión Soviética. Premios de los 9500 millones a la Repúblicas Socialistas. Calzado preparado para frio mas no resistente al calor. Como idioma universal el ruso, inservible y áspero en las costumbres pero útil para negociar en sus colonias. Cintas de seda con grandes lazos, batas vaporosas. Tanta Europa resumida a un solo país. Muñequitos rusos odiados pero necesarios compitiendo con el exclusivo Elpidio Valdés, palmiche y sus contrarios.
De aquellas famosas tiendas quedaron vagos recuerdos reforzados por el deseo desmesurado de aprender de un pasado que tenía un Encanto natural por más que la Época era diferente. Quizás llegaría el Fin de siglo, con otras expectativas ya no tan pendiente de los Ten cent de salario con pensamiento de miseria. Hoy la generación que toma la vanguardia de la juventud conoce de lo aprendido. Sus recuerdos son tan pobres como las vivencias de sus padres y las remembranzas de los abuelos.
Ahora todo es diferente, las famosas escaleras rodantes que cincuenta años atrás causaron impacto hoy son pirámides esculpidas sobre la inmovilidad. Mostradores que no enseñan sino ocultan la ausencia de productos. Lámparas que dejaron de ser luminarias para ocupar el puesto de espacios oscuros. Los aires acondicionados acaparan la atención en días calurosos porque su uso restringido es muestra de un pasado tan remoto como el pensamiento de querer cambiar la vida con adelantos científicos. Cuba, un país que avanza de marcha atrás, no porque busque sus orígenes sino porque desconoce su futuro.
Lic. Amelia M. Doval,
Miami, Fl
Columnista de Ciudadanos-cuba.
Esta es la entrada de la tienda Fin de Siglo de Centro Habana en Cuba. Nostalgia al verla, nostalgia al entrar en ella, llanto al salir. 24 Abril 2010. La Habana, Cuba.
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