Por SARAH MORENO
smoreno@elnuevoherald.com
En un banco de mármol del Paseo del Prado, vestido de traje oscuro y con un rostro ensombrecido que quizás reflejaba el aislamiento que ya padecía por parte de las autoridades culturales cubanas, aparece el escritor José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) en una fotografía tomada por el fotógrafo cubano Iván Cañas entre 1969-70.
Esta forma parte de "Lezama inédito'', una serie de 40 imágenes en blanco y negro que se exponen por primera vez a nivel mundial en esta ciudad, en la galería central del recinto Wolfson del Miami Dade College. La exposición, que aprovecha el marco de la Feria Internacional del Libro de Miami, adquiere un significado especial al celebrarse este año el centenario del nacimiento de Lezama Lima, uno de los autores más importantes de las letras hispanomericanas.
"Recibí varias proposisiones para exponer las fotos en Cuba, pero creo que el país no se merecía eso'', expresó Cañas, recordando que Lezama Lima fue relegado por el gobierno de la isla bajo ‘‘sospecha de homosexualismo, por ser un católico ferviente y por no hacer apologías de la Revolución''.
"Con qué derecho vas a marginar a alguien que no cometió ningún delito, y que lo único que hizo fue llenar de gloria al país con su obra literaria'', añadió el fotógrafo, de 64 años, reafirmando que prefirió que la exposición se hiciera en Miami, ciudad que se ha convertido en ‘‘su segunda patria'', desde su llegada en 1992 y en la que actualmente trabaja para la agencia de noticias Notimex.
La primera sesión de fotos con Lezama Lima surgió de manera espontánea, cuando en 1969 Cañas y "su maestro'', el pintor Raúl Martínez, visitaron al escritor en su casa de la calle Trocadero. Tenían entonces el propósito de mostrarle la maqueta de un libro con fotografías tomadas por Cañas en el pueblo de Caibarién, el que no llegó a publicarse hasta 1982, con el título de ‘‘El cubano se ofrece''.
El escritor, que no se dejaba fotografiar con facilidad, accedió a que Cañas le tirara un par de rollos en blanco y negro. ‘‘Era reposado, acorde con su estatura y su volumen'', recordó Cañas de Lezama Lima, que medía más de seis pies y pesaba alrededor de 350 libras.
Con una camisa blanca y un habano de la marca Hoyo de Monterrey, aparece el escritor en una salita llena de cuadros y libros que cumplía la función de estudio. "El escribía a mano y sentado en una tabla que apoyaba en un sillón'', apuntó Cañas, indicando que era la esposa del escritor, María Luisa Bautista, quien mecanografiaba sus textos en una vieja máquina Underwood.
Con 59 años, Lezama Lima era entonces un autor consagrado, que había sido cofundador de ‘‘Orígenes'' (1944-1957), una de las revistas literarias más importantes del continente. Había publicado poesía, ensayo y una obra cumbre de la narrativa hispanoamericana, ‘‘Paradiso'' (1966).
"Lo que más impresionaba era su extraordinaria memoria y dominio del idioma, que manejaba de una manera natural. El estaba en su ‘reinado' y mostraba una humildad cortés'', recordó el fotógrafo, que unos añoBiografias antes había preferido dejar su trabajo como músico en el cuarteto Los Cañas para dedicarse a la fotografía.
En esa primera ocasión, Cañas también fotografió a la nodriza del escritor, Baldomera, la ‘Baldovina'' de "Paradiso''. Con ropas raídas y mirada expresiva aparece la anciana en una foto que Cañas tituló con la frase inicial de la novela, "La mano de Baldovina separó los tules del mosquitero''. El fotógrafo siguió la misma estrategia de elegir textos literarios para nombrar el resto de las instantáneas. Y en el catálogo de la exposición contó con los comentarios de los escritores Raúl Rivero y Manuel Pereira.
La segunda sesión de fotos se celebró un año después, "por el azar concurrente'', contó Cañas, empleando una de las frases favoritas del escritor. La revista "Cuba'', para la cual trabajaba entonces, lo envió a fotografiarlo para un reportaje que nunca se publicó. Cañas aprovechó para sacar a Lezama Lima de su casa y llevarlo al Paseo del Prado y al Museo de Artes Decorativas, antigua residencia de María Luisa Gómez Mena, condesa de Revilla de Camargo.
En una foto de espaldas, caminando por el Prado junto a su esposa, se puede apreciar la inmensa presencia del escritor, que no necesitaba mostrar su rostro para hacerse reconocer.
Para Jorge Gutiérrez, director del sistema de galerías del MDC, uno de los méritos de esta serie es presentar a Lezama Lima ‘‘despojado de la investidura que toda persona asume cada vez que va a ser retratado, sobre todo al tratarse de un personaje que debe haber tenido conciencia de la importancia de su obra''.
"En este caso el acto fotográfico es profundamente humano porque es la relación entre un hombre que maneja la cámara y otro que maneja la palabra, y ninguno está poniendo barreras'', precisó Gutiérrez.
"En todas mis fotografías, la persona siempre está mirando al fotógrafo, porque me interesa establecer una comunicación'', comentó Cañas, reconociendo que prefiere captar a "la gente común''.
Cañas deja para la historia una de las pocas fotos de Lezama riéndose. Se titula "El tamaño de una carcajada'', y ésta sin duda sugiere que, en medio de la soledad, el escritor no había olvidado celebrar la visita de un amigo.
Exposición de fotografías ‘Lezama inédito', Centre Gallery (edificio 1, 3er piso, salón 1365) del Wolfson Campus del MDC, 300 NE Second Ave. Hasta el 17 de diciembre
No hay comentarios:
Publicar un comentario