Por. Sénen Suaréz Hernández
Han existido intérpretes que se incorporaron al inefable mundo del arte sin una visión exacta de cuál sería su destino, tomando diversos caminos en una genuina forma de desarrollar su talento; es así que toman el rumbo trillado por otros, como es el caso de Laito Sureda, de quien recuerdo que su cantante predilecto era Miguelito Valdés, y por tanto, ese camino escogió, para con el tiempo tomar el suyo propio. Lo mismo sucedió con Orlando Contreras, que imitaba en sus inicios a Orlando Vallejo, para después, con el pasar de los años, crear su propio estilo de canto.
En ese caso bien distinto tenemos a Guillermo Portabales, nacido en el poblado de Rodas, provincia de Cienfuegos, el cual, según el historiador de ese pueblo, Armando García Vega, vino al mundo en la calle Bauyón No 23, con el nombre de José Guillermo Quesada Castillo, el 6 de abril de 1911.
Su padre, el español José Quesada, contrajo nupcias con la cubana Mercedes Castillo. Siendo aún un niño Guillermo, su familia se muda para la bella ciudad de Cienfuegos; ahí pasa su adolescencia y juventud en disímiles trabajos, y a los 17 años el joven comienza a estudiar la guitarra y dedicarse al canto, comprendiendo que esa era su verdadera aptitud, pero sin un rumbo cierto; después de aprender a tocar este instrumento comienza a cantar bolero y tango en calidad de trovador, dando serenatas y actividades de distintos géneros musicales, en la ciudad que observara su gradual desarrollo artístico.
En cierta ocasión, Portabales, incorporado a una compañía teatral de variedades ya situada en Santiago de Cuba, tenía que cantar un punto cubano, y por convicción propia en vez de realizarlo en su forma original lo cantó en una modalidad melodiosa y con una suavidad no acostumbrada en ese estilo campesino.
El éxito alcanzado por el incipiente bardo en esa fórmula casi fortuita de canto hizo que a partir de esa tonada se le llamara “El creador de la guajira de salón”. Puerto Rico lo recibió en 1937 con bombo y platillo y lo convirtieron en un icono de la música campesina, quizás por similitud con la de nuestra tierra. Allí se enamora y se casa con una bella joven dos años después de su llegada.
También es de considerar que es el país borinqueño el que le abre las puertas para que el joven trovador comience una larga vida de grabaciones y viajes alrededor de todo Centroamérica, y es la disquera RCA Víctor la primera en fijar sus deseos en grabarle al casi desconocido trovador.
En el año 1939 es que llega el cantor cubano a su patria después de haber realizado una fecunda vida artística, donde es recibido con verdadero beneplácito por admiradores y personas allegadas a su arte. Sus temas musicales son conocidos en Cuba, no obstante los compositores cubanos comienzan a entregarle sus mejores guajiras, género musical que él recibe con alegría, sobre todo los de Ñico Saquito, Celia Romero, Roberto de Moya, y otros, obviamente para mejorar su ya famoso repertorio. En La Habana y en casi todo el país Portabales se hace sentir por su carisma y repertorio, el cual él aglutinaba con verdadero esmero.
Guillermo Portabales regresa a Cuba en el año 1939, donde su popularidad adquiere dimensiones inimaginables, sobre todo en el ambiente campesino. Trasmite por las más importantes emisoras radiales, y su popularidad, según el decir de su biógrafo Armando García Vega, adquiere dimensión nacional. No obstante, el cantante y su inseparable guitarra regresan a su segunda patria en el año 1953.
En 1959 el intérprete regresa a nuestra capital para grabar varios Lp con la disquera Gema; los realiza en la emisora radial Radio Progreso. Después de estas grabaciones el creador de “La guajira de salón” regresa a Puerto Rico donde lo esperan esposa e hijos.
Es en la hermana región donde comienza sus grabaciones y la disquera RCA Víctor la que le proporciona tan feliz encuentro.
Para corroborar lo dicho vamos a ejemplificar un acercamiento a su larga discografía, la cual comienza en San Juan, capital del país hermano.
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