Adiós a la Primera Dama
Uva de Aragón
María “Mary” Tarrero de Prío, ex Primera Dama de Cuba y viuda del último presidente constitucional, Carlos Prío Socarrás, murió el jueves 23 de septiembre de 2010 en Miami a los 85 años. El sábado 25 asistí a la misa fúnebre en la Iglesia de St. Peter and St. Paul, concelebrada por Monseñor Agustín Román con tres sacerdotes más. Nos congregamos allí centenares de familiares, amigos y algunos que no la conocían pero que fueron a despedir a quien había sido hace más de medio siglo la Primera Dama de todos los cubanos. En el vestíbulo de la iglesia, dos monitores trasmitían fotos de Mary Tarrero en distintas etapas de su vida. Algunas mostraban la belleza esplendorosa de una mujer en plenitud. Otras reflejaban la angustia en su rostro, como las tomadas al salir de Cuba después de aquel fatídico golpe de estado el 10 de marzo de 1952. Imágenes en colores junto a su esposo e hijas en Miami revelaban un aspecto menos público de su vida.
La bandera cubana cubría el féretro. Sus dos hijas hablaron, visiblemente emocionadas, pero serenas. Maria Elena, la menor, comentó que mientras todos elogiaban la belleza física de su madre, sus tributos mejores eran los del espíritu. Habló de su labor como Primera Dama a favor de los desvalidos: huérfanos, ancianos, ciegos. Mencionó su amor a los animales. Contó las dificultades que vivió – la muerte de su pequeño hermano y de su madre cuando era niña, la tuberculosis de su padre, su trabajo como taquígrafa, el primer exilio, el breve regreso a Cuba, el rápido desencanto con la Revolución, el segundo exilio, el suicidio de su esposo, y, finalmente, las nieblas con que el Alzheimer invadió su mente. Expresó su admiración por el coraje que mostró siempre para defender a su esposo e hijas. Evocó a la madre sabia, tierna, alegre, sencilla, que aún pese a la pérdida de la memoria en su ancianidad, siempre reconoció a las hijas. Pidió que rezáramos “por su alma y porque otras cubanas, calladas pero llenas de valor y amor como ella, mantengan vivas las ansias de libertad y justicia de nuestro pueblo”. Tras unas breves palabras en inglés, dio lectura a una carta del Presidente Barack Obama a la familia dándoles el pésame en nombre suyo y de la Primera Dama.
Marián, la hija mayor, agradeció nombre por nombre a los que estuvieron cerca Mary Tarrero en los últimos años. Enfatizó cualidades de su madre como la discreción, la sensatez y la habilidad de saber escoger. No faltó el humor cuando dijo que entre todos los Senadores, se enamoró del que llegaría a ser Presidente. Rememoró sus sabios consejos, que podían frenar cualquier proyecto descabellado con un cauteloso “eso hay que pensarlo”. “Podía ver más allá de las apariencias y nos señaló a mi hermana y a mí la crueldad que entrañaban por ejemplo, los circos y zoológicos”, contó. Hace décadas cuando algunas personas criticaban que las mujeres desempeñaran oficios antes considerados masculinos, como los de policías y bomberos, su madre les recordaba que cada oportunidad que se les ofreciera a las mujeres las liberaba de tener que depender de otros para mantenerse ella y sus hijos. “Inteligente, valiente y compasiva, fue defensora de los indefensos y enemiga de la injusticia; dio a sus hijas todo cuanto pudo, incluso lo más valioso: su ejemplo”, concluyó Marián Prío de Odio al darle la despedida final a su madre en una la ceremonia que mantuvo siempre ese aire de serena dignidad que marcó la vida de la Primera Dama.
En el cementerio nos reunimos un centenar de personas alrededor de la tumba donde descansa el Presidente Cordial. Cuando doblaron la bandera sobre el féretro, y la entregaron a sus hijas, quedó sobre la pulida madera un bello arreglo de rosas blancas, las flores que Martí ofrecía hasta “al cruel que me arranca el corazón con que vivo”. El sacerdote pronunció una última oración y un solitario cornetín dejó oír las notas del himno nacional, que luego los presentes cantamos con voces temblorosas. El día estaba apropiadamente gris.
Nunca tuve oportunidad de tratar a Carlos Prío ni a Mary Tarrero, pero siempre he admirado como inculcaron a sus hijas un gran sentido ético, afán de justicia, respeto a las libertades individuales y solidaridad humana. Me invadió un gran desconsuelo al decir adiós a la Primera Dama cubana. Sentí que un poco de lo mejor de Cuba se iba con ella y que se me moría de nuevo mi madre (esa herida nunca cerrada de su ausencia que sangra una vez más…). El melancólico cornetín la despidió de nuevo como a un soldado muerto en batalla.
2 comentarios:
Hola! yo soy descendiente de carlos prío socarrás...acabo de ver el blog y nada,sólo dar mis felicitaciones a los que lo realizais.un abrazo desde españa!!
Hola, yo soy hija de la primera esposa de Carlos Prio Socarras y quiero expresar mis condolencias a la familia por el sensible fallecimiento de la Sra. Mary Tarrero de Prio, a quien conoci muy brevemente. No supe hasta hoy de su deceso. Y si, yo siento lo ismo que cuando murio mi madre, Gina Karel en I995 a los 87 de un infarto causado por su Alzheimer. Ambas sufrieron de la misma enfermedad que quiza fue causada por el sufrimiento de ver su pais en las manos de un tirano. La Sra. Tarrero de Prio fue una buena persona, compasiva y no la olvidare yo nunca.
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