María mía:
Ya no te vuelvo a escribir hasta que te vea, o poco antes, y quiero decirte adiós, para que no me olvides en las alegrías de Central Valley. ¿Ves el cerezo grande, el que da sombra a la casa de las gallinas? Pues ese soy yo, con tantos ojos como tiene hojas él, y con tantos brazos, para abrazarte, como él tiene ramas. Y todo lo que hagas, y lo que pienses, lo veré yo, como lo ve el cerezo. Tú sabes que yo soy brujo, y que adivino los pensamientos desde lejos, y soy como los vestidos de esas bailarinas clavadas a un cartón que anuncian el agua, que cuando hay tiempo bueno tienen el vestido azul, y si el tiempo es malo, el vestido es del color de un golpe, de morado oscuro, y si hay tormenta, negro. Si piensas algo que no me puedas decir, de lejos lo sentiré, por dondequiera que yo ande, y me pondré oscuro, como el vestido que anuncia el mal tiempo.
Por el viaje no hemos visto mucho nuevo. He visto gente mala y buena, y con la buena he podido más que la mala. He estado enfermo, y me atendieron muy bien la cubana Paulina, que es negra de color, y muy señora en su alma, mi médico Barbarrosa, hombre de Cuba y de París, y hermano bueno del que tú conoces,- y Pancho que no se separa de mi cabecera, y hace muy buenos discursos: pero todavía anda jorobado, y se pone el sombrero sobre la oreja. Y en tantas leguas de arena y de pinares, la verdad es que sólo tres cosas nos han llamado la atención:-un negro viejo de Africa, en la estación de Thomasville, del Estado de Georgia, donde no se puede beber vino ni cerveza: el negro lo era mucho, de bigote y barba de horca, como creo que está el Moisés pintado en el Diccionario de Larousse (Moyse), la levita y el pantalón negros como él, el sombrero de palma, con las alas muy anchas, dobladas a los lados por el borde, la mano en el bastón, con una cuerda pasada a la muñeca, y la mirada como fuego, encendida, y larga:-y lo otro fue el almuerzo muerto de un mal hotel, con huevos que olían a pollo, y un beefsteak engurruñado y hediondo, y hominy, -y tres niñas en su traje azul, con gorros de campo, que venían de la casa de la escuela, allá en lo hondo del monte, por entre los pinos. Aquí los niños besan, y la gente sonríe.-No te me pongas áspera.
Quería, antes de entrar en viaje, recibir carta tuya, y temo que no llegue. A ver si piensas en mí, que te cuido y te quiero tanto, cuando todos estén alegres, y yo no esté donde tú estás,-cuando está el cielo tranquilo, y muy lleno de estrellas.
Tu
Martí
Dale un beso a Patria.-
[Nueva Orleans] 29 de mayo [de 1894]
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