ARTURO ARIAS-POLO
Aarias-polo@hotmail.com
Mirta de Perales, una de las primeras hispanas en triunfar en Estados Unidos en la industria de la cosmetología, falleció el 3 de mayo en su residencia de Miami Beach, víctima del mal de Alzheimer. Tenía 88 años de edad.
Rica y famosa en Cuba hasta 1962, año en que partió al exilio acompañada por sus dos hijos y con $5 en la cartera, Perales retomó su carrera en Miami tras ganarse la vida arreglando cabezas y pies, tal como en sus años juveniles. Con el tiempo, puso en práctica su experiencia, su olfato para los negocios y su indiscutible carisma y fundó Mirta de Perales Inc., el emporio que distribuye sus productos a nivel nacional y Puerto Rico.
“En Cuba fue millonaria y aquí multiplicó su fortuna”, expresó Maribel Sotolongo, ejecutiva de cuentas de la firma y la persona autorizada por sus hijos a hablar con El Nuevo Herald. “Mirta era muy fuerte y cariñosa a la vez. Sabía todos los detalles de la compañía y exigía al personal que siempre estuviera muy arreglado. Sin embargo, era muy buena, al punto que a muchos empleados les dio el down payment para que compraran sus casas y a los que llegaban de Cuba les facilitaba la manera de comprar su primer carrito. Ella decía que tenía que devolver todo lo que Dios le había concedido. Era muy católica”.
Mirta de Perales Inc. ubicada en Doral, tiene 10 trabajadores. Desde hace una década está dirigida por Mirta C. Perales, de 57 años, hija de la célebre empresaria.
Para el estilista y empresario cubano Samy, De Perales es un orgullo de los hispanos porque estableció su marca en un país desconocido pese a ser mujer, cubana y exiliada. “Mirta pudo hacer realidad su sueño y abrió el camino a personas como yo, que querían seguir sus pasos”, destacó Samy, quien la recuerda como una mujer muy cariñosa y elegante y de la cual siempre recibió palabras dulces. “Ella arrastró su trayectoria desde Cuba, se atrevió a competir en las grandes ligas y tuvo mucho éxito. Sus productos siguen fascinando porque son buenos y exquisitos”.
Otro colega que se inspiró en ella fue Santiago Ruiz, propietario de Santi International & Wave Spa at FIU, quien conoció a Mirta en 1956, cuando ésta tenía su salón en el edificio Naroca de la barriada habanera del Vedado.
“Me daba muy buenos consejos y me insistía en la necesidad de mantenerse al día en las últimas tendencias para no quedarse atrás”, recordó Santi.
Sus colaboradores más cercanos aseguran que cuando Mirta logró establecerse en Miami comenzó a viajar a Nueva York y Puerto Rico para expandir su negocio. En cuanto a su celo por la calidad, pedía los mejores productos en los laboratorios sin reparar en el costo. Y ya famosa en su segundo aire, se los enviaba a Gloria Estefan, Don Francisco y Julio Iglesias, entre otras celebridades. En cuanto a su manera de promover su trabajo se le presentaba a quien no la reconocía y le recomendaba sus productos.
“Mirta se adelantó a su tiempo en técnicas de mercadeo”, señaló Mari Rodríguez Ichaso, cineasta y corresponsal de la revista Vanidades en Nueva York, cuando se remontó a aquellos Cinco minutos con Mirta de Perales, el programa dominical de la televisión cubana que surgió cuando no era frecuente que una mujer promoviera sus productos a través de su propio espacio.
Mirta Raya, conocida internacionalmente por el nombre Mirta de Perales, nació el 2 se septiembre de 1922 en Rancho Veloz, Las Villas, Cuba, donde solía cortarle el pelo a sus vecinas a cambio de un pago ínfimo, mientras su madre trabaja en la capital de empleada doméstica. “Cuando reunió algunos centavos le pasó un telegrama a su mamá que decía ‘¡mamá, ven, que ya estamos ricos!’ ”, evocó su ejecutiva de cuentas.
A los 14 años, Mirta decidió abrirse paso en La Habana, donde colocó un anuncio en un periódico en el que ofrecía sus servicios de peluquera y manicura a domicilio, sin conocer la ciudad. Hasta que conoció a Benito Perales, un farmacéutico 10 años mayor que ella con el que se casó el 6 de enero de 1944 en la iglesia Nuestra Señora del Carmen. Andando el tiempo la pareja tuvo dos hijos y consolidó la firma de productos para el cabello que la haría famosa. Se separó a principio de los década de 1960.
En 1962 la empresaria se marchó de Cuba “para no volver” con sus hijos tras sufrir un arresto de nueve días en la fortaleza de El Morro por negarse a abandonar su salón de belleza ante el temor de que fuera expropiado por el gobierno comunista, lo que finalmente sucedió.
Luis Cuervo, subdirector de la Cámara de Comercio Latina en Estados Unidos (Camacol), destacó que De Perales “marcó pauta y se convirtió en un símbolo de su comunidad mientras se mantuvo activa”. Y en el plano personal, “era una mujer muy sociable, aunque no daba mucho acceso a su vida privada”.
El legado de Mirta de Perales fue reconocido por el presidente Ronald Reagan en una ceremonia en La Casa Blanca donde éste le dijo en su discurso: “tú eres el sueño americano”.
Los servicios fúnebres de la empresaria se realizaron de manera privada en la Iglesia de Saint Kevin. Su hijo, el sacerdote Jorge Perales, de 59 años, ofició la misa de réquiem. Aparte de sus hijos, le sobreviven sus nietos Jorge y Cristina Echevarría.
Rica y famosa en Cuba hasta 1962, año en que partió al exilio acompañada por sus dos hijos y con $5 en la cartera, Perales retomó su carrera en Miami tras ganarse la vida arreglando cabezas y pies, tal como en sus años juveniles. Con el tiempo, puso en práctica su experiencia, su olfato para los negocios y su indiscutible carisma y fundó Mirta de Perales Inc., el emporio que distribuye sus productos a nivel nacional y Puerto Rico.
“En Cuba fue millonaria y aquí multiplicó su fortuna”, expresó Maribel Sotolongo, ejecutiva de cuentas de la firma y la persona autorizada por sus hijos a hablar con El Nuevo Herald. “Mirta era muy fuerte y cariñosa a la vez. Sabía todos los detalles de la compañía y exigía al personal que siempre estuviera muy arreglado. Sin embargo, era muy buena, al punto que a muchos empleados les dio el down payment para que compraran sus casas y a los que llegaban de Cuba les facilitaba la manera de comprar su primer carrito. Ella decía que tenía que devolver todo lo que Dios le había concedido. Era muy católica”.
Mirta de Perales Inc. ubicada en Doral, tiene 10 trabajadores. Desde hace una década está dirigida por Mirta C. Perales, de 57 años, hija de la célebre empresaria.
Para el estilista y empresario cubano Samy, De Perales es un orgullo de los hispanos porque estableció su marca en un país desconocido pese a ser mujer, cubana y exiliada. “Mirta pudo hacer realidad su sueño y abrió el camino a personas como yo, que querían seguir sus pasos”, destacó Samy, quien la recuerda como una mujer muy cariñosa y elegante y de la cual siempre recibió palabras dulces. “Ella arrastró su trayectoria desde Cuba, se atrevió a competir en las grandes ligas y tuvo mucho éxito. Sus productos siguen fascinando porque son buenos y exquisitos”.
Otro colega que se inspiró en ella fue Santiago Ruiz, propietario de Santi International & Wave Spa at FIU, quien conoció a Mirta en 1956, cuando ésta tenía su salón en el edificio Naroca de la barriada habanera del Vedado.
“Me daba muy buenos consejos y me insistía en la necesidad de mantenerse al día en las últimas tendencias para no quedarse atrás”, recordó Santi.
Sus colaboradores más cercanos aseguran que cuando Mirta logró establecerse en Miami comenzó a viajar a Nueva York y Puerto Rico para expandir su negocio. En cuanto a su celo por la calidad, pedía los mejores productos en los laboratorios sin reparar en el costo. Y ya famosa en su segundo aire, se los enviaba a Gloria Estefan, Don Francisco y Julio Iglesias, entre otras celebridades. En cuanto a su manera de promover su trabajo se le presentaba a quien no la reconocía y le recomendaba sus productos.
“Mirta se adelantó a su tiempo en técnicas de mercadeo”, señaló Mari Rodríguez Ichaso, cineasta y corresponsal de la revista Vanidades en Nueva York, cuando se remontó a aquellos Cinco minutos con Mirta de Perales, el programa dominical de la televisión cubana que surgió cuando no era frecuente que una mujer promoviera sus productos a través de su propio espacio.
Mirta Raya, conocida internacionalmente por el nombre Mirta de Perales, nació el 2 se septiembre de 1922 en Rancho Veloz, Las Villas, Cuba, donde solía cortarle el pelo a sus vecinas a cambio de un pago ínfimo, mientras su madre trabaja en la capital de empleada doméstica. “Cuando reunió algunos centavos le pasó un telegrama a su mamá que decía ‘¡mamá, ven, que ya estamos ricos!’ ”, evocó su ejecutiva de cuentas.
A los 14 años, Mirta decidió abrirse paso en La Habana, donde colocó un anuncio en un periódico en el que ofrecía sus servicios de peluquera y manicura a domicilio, sin conocer la ciudad. Hasta que conoció a Benito Perales, un farmacéutico 10 años mayor que ella con el que se casó el 6 de enero de 1944 en la iglesia Nuestra Señora del Carmen. Andando el tiempo la pareja tuvo dos hijos y consolidó la firma de productos para el cabello que la haría famosa. Se separó a principio de los década de 1960.
En 1962 la empresaria se marchó de Cuba “para no volver” con sus hijos tras sufrir un arresto de nueve días en la fortaleza de El Morro por negarse a abandonar su salón de belleza ante el temor de que fuera expropiado por el gobierno comunista, lo que finalmente sucedió.
Luis Cuervo, subdirector de la Cámara de Comercio Latina en Estados Unidos (Camacol), destacó que De Perales “marcó pauta y se convirtió en un símbolo de su comunidad mientras se mantuvo activa”. Y en el plano personal, “era una mujer muy sociable, aunque no daba mucho acceso a su vida privada”.
El legado de Mirta de Perales fue reconocido por el presidente Ronald Reagan en una ceremonia en La Casa Blanca donde éste le dijo en su discurso: “tú eres el sueño americano”.
Los servicios fúnebres de la empresaria se realizaron de manera privada en la Iglesia de Saint Kevin. Su hijo, el sacerdote Jorge Perales, de 59 años, ofició la misa de réquiem. Aparte de sus hijos, le sobreviven sus nietos Jorge y Cristina Echevarría.
1 comentario:
DEDICADO A TI
Você é a luz
Que ilumina minha escuridão,
A paz que acalma minha alma,
O beijo que adocica os meus lábios,
O fogo que me queima,
As palavras que me orientam,
A paixão que não cessa,
O amor que se eterniza...
(Agamenon Troyan)
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