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La vida campesina de Reina Luisa Tamayo era sencilla: criaba animales y niños, trabajaba en cafeterías y bodegas, y lavaba la ropa de la gente.
Ahora que se aproxima a los 62 años, la modesta abuela cubana se ve lanzada a la escena internacional. Su hijo murió al cabo de una huelga de hambre de 85 días hace un año el miércoles, y ella ha asumido su misión pública como propia.
``Su vida ha cambiado radicalmente'', dijo Pedro Corzo, que produjo un documental sobre el hijo de Tamayo, Orlando Zapata Tamayo. Esta es una mujer humilde, una trabajadora, un tipo de persona que tal vez no tenga una gran educación formal, y que trabajó fundamentalmente en empleos de restaurantes. No es una académica, pero se expresa muy bien. El compromiso político de su hijo la arrancó del anonimato''. Tamayo lavaba ropa y vendía bolsas de arroz y de azúcar en la tienda local. En la actualidad, encabeza marchas, tiene su propio blog, y es objeto de historias noticiosas en todo el mundo. Ha sido arrestada seis veces.
Su hijo era un boxeador de 42 años que se convirtió en albañil, y después en un disidente que se convirtió en prisionero político. Sus frecuentes confrontaciones públicas antigubernamentales lo llevaron tras las rejas en el 2003. Murió el 23 de febrero del 2010, después de una huelga de hambre para protestar contra las condiciones de la prisión. El gobierno cubano ha dicho que Tamayo quería tener un teléfono y una cocina en su celda.
Tamayo y su familia esperan encabezar una marcha a la iglesia y hasta su tumba el miércoles, si el anillo de la seguridad del estado que rodea su casa los deja pasar.
La muerte de Zapata no sólo transformó instantáneamente a un prisionero político poco conocido en un mártir internacional, sino que produjo algo para cuyo manejo el gobierno cubano estaba mal prepaprado: una vida entregada por una causa. Desde su dolor, su madre emprendió la acción, y detrás de ella se fueron las cámaras de los medios de información.
``Yo tenía una vida normal, ocupándome de los animales... normal'', dijo ella por teléfono desde su casa en Banes, en la región oriental de Cuba. ``Pasé de esa vida normal a una lucha incansable de maltratos y golpizas. He sufrido muchísimo''.
En el año que ha pasado desde la muerte de su hijo, Tamayo se ha convertido en uno de los miembros más destacados de las Damas de Blanco, el grupo de madres, esposas y parientas de los prisioneros políticos. Acosadas implacablemente, la Iglesia Católica tuvo que intervenir finalmente para pedirle al gobierno cubano que pusiera fin a sus actos de repudio contra ellas.
En determinado momento, el gobierno cubano trató de desacreditarla dando a conocer un video suyo tomado con una cámara oculta, en que se la mostraba mientras sostenía una conversación amigable con los médicos del gobierno que atendían a su hijo, precisamente antes del momento en que acusó al régimen de dejarlo morir.
``Me han bajado los pantalones en público. Han tratado de asfixiarme con un trapo empapado en gasolina. Me han empujado y arrastrado. Me han dejado con los senos expuestos en medio de la calle. Han bajado la ropa interior delante de todo el vecindario'', dijo. ``Todo eso se lo han hecho a esta familia''.
En una de las protestas, alguien pinchó en un seno a su nuera con una aguja.
Los activistas de Miami se comunicaron por primera vez con Tamayo después del arresto de su hijo, cuando ella se unió a las Damas de Blanco. Ella vivía lejos de la oposición en La Habana, y eso la mantuvo fuera del circuito de actividades. A veces viajaba a la capital para vender ropa y conseguir el dinero que necesitaba para visitar a su hijo en una prisón de Pinar del Río.
`Era una señora muy callada'', dijo Laly Sampedro, que se comunica conlos disidentes en representación de la Fundación Naciona Cubanoamericana. ``Estaba totalmente dedicada a sus hijos, hablando siempre del que estaba en la cárcel. Y ahora tiene la fijación total de que debe seguir hablando de su hijo. Dice cosas como: ``No sé si el gobierno me va a dejar salir de la casa hoy, pero lo voy a intentar''.
Ha realizado marchas incluso cuando el gobierno cubano dijo claramente que el evento no se llevaría a cabo. Tiene fama de gritar lo que piensa y habla en largos soliloquios sobre democracia y libertad. Cuando menciona a su hijo, se refiere a él, todas las veces, por su nombre completo: Orlando Zapata Tamayo.
``Durante 52 años, el gobierno de Castro tuvo una sola voz. Sólo ahora estamos abriendo los ojos y viendo que esto no era lo que pensábamos que era'', dijo ella. ``Estábamos en el campo. ¿Qué podíamos ver? Ahora esta madre tiene una visión clara. La gente está despertando. El gobierno está sacando a nuestros hermanos y hermanas del trabajo y aumentando los precios. Espero que la muerte premeditada de Orlando Zapata Tamayo despertará a los cubanos para la oposición interna, luchando por la libertad, luchando hasta que veamos a Cuba con libertad y democracia para todos''.
La detención más reciente de Tamayo ocurrió el pasado viernes, cuando estuvo detenida durante 12 horas.
``Al principio el gobierno la amenazó y le rodeó la casa, pero parece que la dejaron quieta. Ella fue a la estación de policía a protestar y hasta se las arregló para sacar a alguna gente'', dijo Janisset Rivero, del Directorio Democrático, que trabaja con los disidentes cubanos. ``¿Qué le podía decir el gobierno a esta señora. Ya le habían matado al hijo. Todo eso cambió el 31 de octubre en una marcha al cementerio... ese día, cuando empezaron a golpear a la gente, la primera en ser golpeada fue ella''.
Rivero dijo que el grupo de Tamayo ha contado 15 asaltos en el pasado año.
La semana pasada, a Tamayo y 12 miembros de su familia se les ofrecieron visas para trasladarse a Estados Unidos como refugiados políticos. Todavía gobierno cubano les tiene que dar los documentos de salida, y Tamayo lo ha dicho claramente: no se irá sin las cenizas de su hijo. Un intento de exhumar su cuerpo se vio frustrado a fines del año pasado, cuando ella misma lo canceló porque sospechó que el gobierno la había engañado para que creyera que estaban preparados para dejarla salir a ella con los restos. Todavía no ha recibido el certificado de defunción de su hijo.
``Sigue gritando: `democracia', y sigue denunciando, y el gobierno está molesto por eso'', dijo Rivero. ``Se ha convertido en el símbolo de la rebelión y el dolor del pueblo cubano. Es una mujer a la que no pueden silenciar''.
El Nuevo Herald
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